“Llegué a mis 25 años y hasta esta edad mi papá dijo ‘perdóname,’” cuenta Julio. “Yo estaba en la universidad, estaba estudiando comunicación, me regalaron una beca y él me dijo, ‘Perdonáme por todo lo que hice, por todo el daño psicológico, físico, mental.’ Y lo perdoné.”
Julio tiene un hermano menor por parte de padre que es gay y una hermana trans por parte de madre. Está orgulloso de que sus luchas hayan allanado el camino para la aceptación de sus hermanos por parte de la familia.
“Cuando mi papá se dio cuenta, aceptó a mi hermano menor, lo ama y lo quiere y lo respecta mucho, tiene su pareja”, dice Julio. “Lo perdoné porque al final es mi padre y considero que sí, que los padres quieren lo mejor para uno, pero también considero que nosotros tenemos el derecho de elegir y ellos tienen el deber de respetar.”
Julio es un activista, y sus luchas y triunfos personales están intrínsecamente ligados a los de su comunidad en general y a los de su país.
“Hoy en día me he convertido en hombre gay público, defensor de los derechos de la comunidad LGBTQ+ que ha marcado la historia que ha recorrido tanto este país y de tantas experiencias vividas que por eso hoy me empeño a seguir apoyando, acompañando y dirigiendo mi diversidad sexual en Nicaragua. Me siento muy seguro de quién soy, de quién quiero ser. Pero también me siento seguro porque en Nicaragua existe un marco legal que protege a las personas; vos podés pasear por las calles y no te discriminan por tu orientación sexual. Todos somos Nicaragua”.